domingo, 23 de noviembre de 2008

Meditaciones

La Navidad es el momento esperado por todos los cristianos para celebrar que en Belén nació, hace 2007 años, un niño que estaba llamado a ser el redentor de todos los hombres.
Nació pobre, de “padres” humildes y en un pesebre. Nosotros nos preguntamos ¿cómo pudo ser así? ¡podría haber escogido otros medios! ¡hoy eso es impensable! ¿cómo se puede permitir que un niño nazca en un pesebre?.
¿De verdad que es impensable?. Cuántos niños nacen en lugares, hoy por hoy, mucho peores y hacemos relativamente poco por evitarlo.

Cuando se hizo mayor y empezó su vida pública, hubo quienes le siguieron, no sin ciertas dudas de si era lo mejor, abandonando casa, familia, trabajo y posesiones. Pero también, y fueron la mayoría, quienes siempre le criticaban, no le creían, e incluso intentaban hacerle la vida y su misión en este mundo, mas difícil si cabe.
Salvó vidas, sanó enfermos, dio de comer a los hambrientos, defendió a los indefensos, practicó la no violencia y la obediencia a los estamentos. Habló de Dios y predicó a todos los que le quisieron escuchar sin menospreciar a nadie. Pero ante tales desmanes recibió como premio la injuria, la vejación, humillación, negación y crucifixión. No le castigaron como si fuese una amenaza para los gobernantes, o religiosos, sino como a un vulgar delincuente, al “matarlo” junto a dos ladrones.
En pocos días, veremos de nuevo por las calles de nuestro pueblo, pasar la imagen de ese hombre escenificando su camino hacia el calvario portando la cruz donde entregaría su vida, hace 1974 años. Y lo hacemos no porque nos guste la desgracia ajena, sino para celebrar que ese hombre entregó su vida y venció a la muerte para salvarnos a todos los hombres del mundo, de este mundo tan insolidario, prepotente y egoísta.

Hoy incluso dudamos de que DIOS exista. La verdad es que somos únicamente los, llamados cristianos, los que nos atrevemos a ello. Ninguna otra religión monoteísta de importancia, osa ni siquiera a pensarlo.
Pero yo, desde estas líneas, les hago una pregunta a quienes así piensan y les reto a que piensen en ella y , si quieren, me respondan:
- Si DIOS no existe, ¿Por qué hay que ser bueno con nuestros semejantes?

Manuel J. Almonte Hijón

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