martes, 28 de abril de 2009

Dos nuevos escritos de nuestro pregonero D. Manuel Jesús Almonte

La Pasión en las Figuras (y II)

Terminaba mi anterior escrito con las palabras “…Si estamos en este trabajo, es por voluntad propia, nadie nos ha obligado. Sentimos la necesidad de, con ello, servir a su obra. De ser miembros activos de su proyecto de salvación.” Sigo pensando lo mismo. Nadie nos obliga a estar ni hacer esto. Algunos de mis compañeros en este trabajo me comentan su estado de desánimo por la floja acogida que recibe nuestro trabajo en algunos casos. Que se sienten defraudados, en ocasiones, por nuestros vecinos. Que las críticas les duele.
Nuestro pensamiento se centra en algo mucho más importante que esos molestos comentarios o floja asistencia de algunos sectores de nuestro pueblo. Se centra en nuestra conciencia. En la necesidad que tenemos de responder al llamamiento que sentimos.
Nuestro trabajo se recompensa con nuestra satisfacción por saber que estamos trabajando en la obra de Dios. Que con ello, satisfacemos la necesidad de otras muchas personas de este pueblo, que de no ser por nosotros, seguirían teniendo un vacío en sus corazones.
Nosotros no estamos aquí para que nos den palmaditas en la espalda. Estamos porque así nos lo dicta nuestro corazón.
La pasión de nuestras figuras así nos lo recuerda.
¿Quién si no sufrió todo lo que se puede sufrir por la voluntad del Padre?
A quien representa nuestras figuras nos da el ánimo y las fuerzas necesarias para seguir en este trabajo a pesar de las trabas que nos encontramos en el camino. Si somos fuertes y perseverantes nos llevaremos la alegría de seguir viendo las caras de admiración e ilusión en nuestros vecinos.
Sea por ellos y por los que se puedan agregar.
Sea por los miembros de la Junta de Gobierno que trabajan con amor a su pasión y sufren las críticas.
Sea por que nos lo dicta nuestra conciencia. Seguiremos estando ahí. Seguiremos estando al servicio del que se merece todo esto y más. Seguiremos preparando su camino. Sembrando su palabra en los actos que realicemos. Seguiremos pensando en el cariño que damos a nuestros vecinos, aunque no seamos correspondidos.
De no ser así y dejar nuestro compromiso, le estaríamos dando la razón a quienes nos critican y lanzan sus hirientes palabras. Les estaríamos dando los motivos y razones para que continúen haciéndolo a quienes vengan detrás de nosotros con nuestros mismos pensamientos.
Y no lo podemos permitir. Somos los que tenemos que dar ejemplo de entereza y convicción en nuestro quehacer. En nuestra tarea impuesta voluntariamente.
Pienso que estamos en el buen camino y que es la mano de Dios la que nos ayuda y da fuerzas.
Así lo creo. Y quiero que estos pensamientos lo reciban mis compañeros en la Junta de Gobierno de la Hermandad, piensen en ellos y les sirvan de apoyo. Deseo que les sirva a todos los que sienten lo mismo que sentimos nosotros y pasan por momentos de incertidumbre.


Manuel Jesús Almonte Hijón
El Amor
(A Juan Pablo II)

Ese Don divino entregado a los hombres y que nos diferencia de otros animales racionales.
El instrumento por el cual, el mundo deja de ser la selva en la que reina la avaricia, la envidia o el egoísmo.
Entendido como tal, el amor humano es la entrega desinteresada de dos personas con ese mismo sentimiento. Es una unión altruista sin límites. Es el no pensar en uno mismo sino en el todo que origina esa unión.
No hay que confundirlo con sexo, con simpatía, o con placer. Aunque puede ir unido a uno o varios de esos sentimientos. El sexo por placer no es más que dejarnos llevar por los instintos animales que nos envilece y esclaviza. La sexualidad es un regalo de Dios para la procreación de las especies, no para usarlo desmedidamente siguiendo las apetencias del cuerpo.
El amor puro nos hace diferentes. Nos eleva a un estado de consciencia en el que no cabe la maldad.
Cuando se ama intensamente, se viven experiencias que llenan la vida y la colma de satisfacciones duraderas. No se utiliza el sexo. No hace falta. La entrega hacia la otra persona o vocación es un estado de ánimo, de placer superior. Viviendo en este estado pueden precisarse en algunos momentos del contacto corporal y hacer uso del sexo, pero no como fin, sino como medio para llegar a solidificar la unión. Una unión duradera que ni está sujeta ni depende del placer corporal.
Dios nos quiere libres para llegar por nuestros propios medios a El, no para esclavizarnos a nuestro cuerpo y, de esta manera, idolatrarlo.



Manuel Jesús Almonte Hijón