lunes, 29 de junio de 2009

La Alegría de ser Cristiano

(A Pedro Alberto Jiménez Quintero)

Siempre la estamos buscando y, cuando creemos tenerla, se nos escapa de nuestras manos.
Vivimos entre desconciertos, fatigas, tristezas, lágrimas, pesares. Y buscamos, luchamos, sufrimos, e incluso nos engañamos, por conseguirla.
Nuestra religión es de ESPERANZA. Lo que sentimos en ella no es otra cosa que el aliciente de la vida para seguir confiando.
Las fiestas religiosas así nos lo recuerdan. Son fiestas de alegría, de ilusión, de hermandad. En ellas podemos comprobar que tras el “Valle de lágrimas” que cruzamos en nuestra vida durante un año, tenemos la recompensa de la explosión de felicidad al llegar las fiestas de nuestras creencias. Al celebrar el Reino de Dios entre nosotros.
Durante esos días, nos olvidamos de los problemas, de los rencores, de nuestras penas. Nos quitamos el velo enclaustrado del egoísmo y mostramos la que puede ser nuestra mejor cara. Se comparten las comidas con amigos. Las risas y los comentarios alegres son la tónica de las reuniones. Los días nos parecen horas y el cansancio desaparece de nuestros cuerpos. Se ha estado trabajando todo el año para que , cuando llegaran las fiestas, estemos preparados para disfrutar y convivir con nuestros amigos y seres queridos. Pero todo se acaba. Esos momentos de alegre convivencia, son fugaces y terminan con la vuelta a la realidad. A esa realidad diaria de lucha por vivir. Por ir pensando en lo duro del camino que nos ha tocado recorrer.
Nuestra Fe nos consuela con la “parábola” de la vida y nos asegura que tras el año de trabajo en este mundo, tendremos la recompensa de la ALEGRIA eterna en el Reino de Dios. La verdadera FELICIDAD, la sentiremos en el GOZO por haber encontrado a Dios. Por abrazar su luz y disfrutar de su presencia y amistad. Y esa fiesta, amigos míos, no tendrá fin.
Tened Fe, amigos. Tened constancia y sed perseverantes. No flaqueemos en nuestras creencias y transmitamos esta alegría a quienes nos rodean. Seamos ejemplo de de la Palabra y consigamos hacer ver que la temporalidad de esta alegría terrenal, es un canapé del gran banquete que disfrutaremos, y al que TODOS estamos invitados.




Manuel Jesús Almonte Hijón